
La Isla de Puna me dejó serena,
con su silencio, sus paisajes, sus oasis, y su linda gente. Sólo fue una noche,
un fin de semana. Cuatro personas: Leo, Emma, Pablo et moi. Experiencia
paradisíaca en la isla encantada de Puná.
Llegamos a Posorja para cruzar
en lancha a la isla. Posorja es una
parroquia rural del cantón de Guayaquil, puerto pesquero que acoge una gran
industria atunera y camaronera, principalmente. Se pueden ver barcos inmensos
que salen por el Golfo de Guayaquil, con rumbo a cualquier parte del mundo,
exportadores. Además se concentra ahí
una gran fábrica de atún, y con eso existe una gran contradicción (creo haber
escuchado que el atún Isabel es ecuatoriano,
pero que como lo compran al vacío sin procesar, cuando llega a España y se
enlata, se pone en ésta: atún español; aunque no lo sea… {acepto críticas}).
Además de barcos gigantes también hay delfines, que nadan por las aguas del
golfo, y tuvimos la suerte de verlos desde muuuy cerca; lindos cetáceos! J También navegamos surcando
la orilla de la Isla de los Pájaros, diversos: pelícanos, patas azules,
picudos… Preparamos una hoguera estupenda a la luz de las estrellas y Leo tocó
su ukelele, cantamos canciones, y disfrutamos mucho del silencio.

Fue linda la llegada, el lugar,
la comida, ¡qué relajo! Nos recibieron
en Estero de Boca, una de las cuatro comunidades de la isla. Las que más suerte
han tenido son Bellavista y Cauchiche, que han recibido subvenciones del
gobierno para construir algunas instalaciones necesarias como un puente para
poder cruzar los esteros que separan a los pueblos de la playa. Así, Estero de
Boca ha tenido que luchar contra viento y marea. Primero fueron el papá y mamá
de Gladys Vera los que sacaron todo adelante, 12 hijos y fuerza y energía para
seguir y no abandonar su querida Isla. Ahora, Gladys es la presidenta de la
comunidad, ella salió de la isla para estudiar pero regresa todos los fines de
semana para ir mejorando las cositas que le hacen falta a su querida comunidad.
Nos invitaron a ver sus tierras, camaroneras, como un oasis en medio de un
desierto. Conocimos a toda la familia, desde la abuelita de 92 años hasta
Madeleine de unos 6. Brindamos con pilsener y comimos rico, en su finca
preciosa. Las fiestas de la isla son el 21 de noviembre, si todo va bien, allí
estaremos para celebrar que todavía queden lugares y personas tan lindas.
Hoy debía empezar el gran viaje
de dos semanas, la exploración aventurera de la costa ecuatoriana. Pero al
final no será hoy, sino dentro de una semana justamente, ni más ni menos.
Algunos imprevistos, usuales en estas tierras, nos recomiendan que nos quedemos
para no dejar a medias nuestra tarea. Así sea.
Saludos, besos, abrazos.