Tiempo sin escribir, y me he dejado muchas cosas por contar.
Visité Tarapoto, Yurimaguas y Moyobamba. Me deleité con los ricos tacachos con cecina de la selva, me bañé en agua helada en las cascadas de Lahuarpía, observé a zarandeantes colibrís, olí dulces y coloreadas orquídeas, bailé reggaetón pegajoso en las afueras de la ciudad, fumé puchos Caribe y a ratos cuidé a un bebé grande. También pasé por Huaraz, con sus cerros imperiales, sus lagunas de agua cristalina, sus antiguos vestigios chavín, sus chullos luminosos. Además probé un chifa increíble (¿?), me reí con los de siempre, y entraron en mi vida nuevas amistades, sudé cómo hacía tiempo que no sudaba para subir la Laguna 69, pero llegué y me sentí orgullosa de mi físico (jaja). Para terminar, semana final en Paracas, buen rollo, sol, amor, artesanía, tranquilidad, palabras bonitas, oídos atentos, la brisa del mar…
Ahora me queda pensar en una conclusión final, una idea que cierre un periodo, unas palabras para decir adiós, una mirada que explique lo que siento. Son demasiados los agradecimientos que tengo que dar, demasiados “abrazos rotos”, mucha gente importante que se queda en mi corazoncito. Han pasado cosas buenas (buenazas!) y cosas no tan agradables. Ha habido momentos de ternura, de pasión, de tranquilidad, de llanto, de amor y des-amor, de amistad intensa, de confianza mutua. Tengo demasiados nombres en mi mente, un gran batiburrillo, un exceso de emociones, el corazón late fuerte y nervioso; pero… un-dos-tres-chás.
Os quiero.
Perú, creo que me tendrás aquí otra vez, cuando el viento sople en esa dirección.