lunes, 16 de mayo de 2011

Cantagallo.





Este sábado he pasado un buen rato en Cantagallo. Se trata de un asentamiento urbano ubicado en el distrito del Rímac, en la provincia de Lima; a tan sólo 15 minutos de la Catedral de Lima caminando. Está muy cerca del precioso Mercado de las Flores, entre éste y el Río Rímac; y limita con el Cercado de Lima y la zona tradicional de los Barrios Altos. En el año 2000, 14 familias llegaron a Lima desde la región de Ucayali con el objetivo de vender sus artesanías en la capital, y ya nunca más volvieron a su tierra fértil y selvática; se instalaron en la selva de asfalto. Ahora son cerca de 70 familias instaladas en la parte alta de Cantagallo. Ellos forman parte del pueblo indígena Shipibo-konibo, que actualmente se encuentra principalmente ubicado en la ciudad y alrededores de Pucallpa y Yarinacocha. Con un total de 20 178 individuos censados, los shipibo-conibo representan 8,42% de la población indígena censada.

Allí viven, olvidados por los políticos y los agentes de poder. Algunos se acercaron allí durante la campaña política, pero las promesas, se han quedado en eso. Después de subir una empinada escalinata empedrada de forma irregular y ciertamente peligrosa se llega al tercer nivel de Cantagallo. Allí, entre basura, polvo y desperdicios; varias casas de madera, sin agua potable. Los niños chapucean en las aguas contaminadas del Río Rímac, campan a sus anchas por las polvorientas calles, ríen, cantan, sueñan. Las vistas hacia el centro de la ciudad por un lado y por el otro el impresionante Cerro de San Cristóbal, con sus casitas de colores y su cruz presidiendo allá en lo alto.

Me quedo con esas sonrisas tímidas y esas cálidas manos. Me quedo con la ilusión que desprenden sólo por verse reflejados en la pantalla de la cámara de fotos. Me quedo con sus risas y sus llantos. Su orgullo de ser shipibos, su adaptación, y la ausencia de odio o rabia por tenernos allí mareándoles en su nuevo hogar.

Os dejo una página con algo de info: www.peruecologico.com.pe/etnias_shipibo.htm

Y un resumen de un documental sobre Cantagallo: www.youtube.com/watch?v=KjhvbJn0PtA

domingo, 8 de mayo de 2011

Viaje de hermanos :)



Diez intensos días, llenos de vida, llenos de cariño. Es la primera vez, que estando lejos, un trocito de mí se ha plantado a mi lado; y los dos clones marcianos hemos caminado juntos por lugares que nunca habíamos planeado. Primero Lima y compartir mi nueva vida; y visitar la ciudad, y enseñar algunos entresijos dignos de una buena comedia. También sobrevolar el Océano Pacífico, a orillas del barranco que se impone en las aguas de la ciudad de Lima, en parapente. ¡Qué lindo observar cómo el marciano alucinaba con la rutina limeña! Orgullo de que sea él, a pesar de las diferencias que se pasan por alto, porque por nuestras venas corre la misma sangre.
Después transcurrieron cinco intensos días, llenos de emociones, de cansancio, de observar con los ojos abiertos un sinfín de novedades. Algunos de los más ricos tesoros del mundo a nuestros pies, los documentales de la 2 pasaban ahora por la realidad de nuestras retinas. Primero la ciudad del Cusco, con sus ruinas, sus edificios señoriales que perduran desde la época de la conquista, y algunos ojos rencorosos que nos recordaban que nosotros descendíamos de aquéllos que habían expoliado a la comunidad inka y habían destruido ejemplares mucho más espectaculares de los que nuestros ojos estaban disfrutando. Un día en el Valle Sagrado de los Inkas, caminando por las imperiales ruinas, que le dejan a uno sin aliento, subiendo por empinadas escalinatas, construcciones perfectas e inteligentes, arte urbano en medio de un entorno rural. Pisac me recordó el expolio de la plata que me describió Galeano en Las venas abiertas de América Latina, su mercado a rebosar de detalles plateados; y alpaca por supuesto. Ollantaytambo me dejó impresionada con su refrigerador y con el perfil del inka esculpido de forma natural al límite de la montaña. Y por fin, Machu Picchu. Todas las fotos que admiré en google, ahora estaban en vivo y directo alrededor de mis ojos, increíble estampa, impresionante historia. Los guías, hacían retumbar en mis oídos una y otra vez los tres pilares incas: no mentirás, no robarás, no serás ocioso. Ahora mismo se ha quedado un batiburrillo en mi cabeza: la chacana, los tres niveles, Manco Cápac, el Inti Raymi, Pachacutec… Lo que me recuerda que debo leer un libro de historia inka, para que no haya más dudas.
Cuarto día y un largo viaje en autobús, de Cusco a Puno, pasando por varios pueblitos que derrochaban magia. Obligatorio mate de coca para el soroche (mal de altura), y a nuestro paso el cambio paisajístico: de ceja de selva al altiplano andino. Y ya al fin llegamos a Puno y probamos el cuy, ¡qué lástima! Última parada: Puno y su Lago Titicaca. En el Lago visitamos las Islas de los Uros y nos vestimos con sus ropas, navegamos en sus barcas y compramos sus artesanías. Parece un cuento, una mezcla clara de realidad y ficción turística; un poco de engaño, pero con imaginación te sientes en una verdadera comunidad Aymara. Luego la Isla de Taquile nos hizo sacar hasta los higadillos, cuesta arriba, cuesta abajo, a 3800 metros por encima del nivel del mar. Muchos paseos en barquito, agradable brisa del Lago más grande a tanta altitud con respecto al mar.

Y eso fue todo. Ahora un poco triste, porque mi marcianito se ha ido. Pero con planes, nuevas responsabilidades y ganas de que todo siga como una espiral, rodando, rodando, rodando…