
Después de un poquito más de un mes, vuelvo a escribir. Ahora que la marea se ha calmado.
Todo ha sido extraño: la vuelta, la adaptación a los conceptos, la nostalgia, los reencuentros y las explicaciones. Reencontrarme con lo que dejé a medias y dejar otras cosas a la mitad, allá, en el que ya es mi México lindo.
Traje en mí recuerdos y vivencias que no han sido en vano. Me traje en la maleta un montón de amigos y muchas nuevas experiencias; y esas cosas dejan huella. Ahora en la distancia es más fácil apreciar todo lo bueno que tuve y también es fácil destacar lo rápido que se esfumó. Pero la vida sigue, y con el corazón más grande, tengo más energía aunque más y nuevas raíces. Grandes recuerdos de grandes compañeros de “viaje”, se abrió un hueco para vosotros.
Nada acaba, todo empieza. Es una espiral que no termina, y eso es lo bueno. Podré retroceder y encontrarme con lo que se marchó, pero que sigue ahí y que es precioso. Y también podré seguir el camino y conocer todo lo nuevo que queda por vivir. Lo difícil será encontrar el punto de equilibrio, la gran incógnita del ser humano, la mesotés de Aristóteles, la armonía.
Y así, con esta nueva conclusión empieza con fuerzas una nueva etapa. Su inicio va a tener lugar en Istanbul, tierra de Bizancio. Seis días de viaje, oportunidad única para iniciar mis pasos en nuevo continente. Será la primera vez que pise Asia, y estoy emocionada. Compañía perfecta y muchas expectativas.
A la vuelta seguro que quiero contar más, y traeré una bocanada de aire fresco. Me traeré un bocadito de nuevos sabores, una brizna de emocionantes olores, una nueva percepción.
Me despido, encajada entre pasado y futuro; y perdida en el presente.